Policía corrupta

Las acusaciones: según la Fiscalía, Víctor M. G. se fue a Colonia Marconi, convenció a unos municipales de que se llevaba a una prostituta «para interrogarla», y una vez en su coche la violó hasta que ella pudo escapar, totalmente desnuda, a denunciarle. 

Luego está Óscar G. M., que participó en una bronca con varios taxistas en plena A-42, les enseñó la pistola y la placa por la ventanilla, y ventiló la trifulca en un polígono de Villaverde matando a uno de los taxistas e hiriendo a otros dos, siempre según el fiscal. 

Las defensas: Víctor dice que pagó a la prostituta y que el sexo fue consentido. Óscar asegura que los taxistas le perseguían, que no pudo zafarse de ellos y que le amenazaron con pincharle con una navaja. 

Dos agentes de Policía, en definitiva, se sentaron ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial y se defendieron de sendas acusaciones de homicidio y agresión sexual. Al primero, que convenció a unos municipales de que en el curso de una investigación necesitaba tomar declaración a una prostituta de Sierra Leona, le piden 12 años de cárcel por agresión sexual y detención ilegal. Al segundo, que durante casi 10 kilómetros habría protagonizado una bronca de película en la carretera de Toledo, le podrían caer 23 años por la comisión de un homicidio y la tentativa de otros dos. 


La prostituta africana de Marconi declaró, temblorosa y llorosa, cómo el hombre la subió a su coche, la maniató ante los dos municipales -a quienes dijo que se la llevaba para detenerla y que no necesitaba ayuda-, y después le dijo «que si yo era buena con él, él sería bueno conmigo». Según su testimonio, además de violarla por vía vaginal y anal, el agente le pidió que le practicara una felación, «pero yo le dije que no hacía eso, que no lo hacía nunca». 

Antes, el agente había asegurado que en realidad la relación fue consentida, que pagó 15 euros por ella y que le dio «vergüenza» admitir a los agentes municipales que en realidad estaba allí para obtener sexo de pago. Uno de estos otros policías contó cómo el acusado «llegó, se presentó, nos dio todos sus datos y nos dijo que tenía que interrogar a la chica. Le ofrecimos ayuda, pero dijo que podía solo. Una hora después nos avisaron de una violación en el lugar y nos sorprendió ver que la chica era la misma. Le preguntamos a él y nos dijo que la había interrogado y la había puesto en libertad. Sí nos sorprendió que fuera solo, pero...», dijo. 

En la otra sala, Óscar G. M. declaró haber sido perseguido por los taxistas, aseguró desconocer el origen del incidente -«de pronto, el coche se me colocó detrás y me empezó a dar las largas»- y dijo haberse salido en el polígono Los Gallegos «porque no podía zafarme de ellos». 

Allí, el agente admitió haber sacado su arma, pero «para hacer dos disparos de advertencia, porque venían con una navaja. Después, al escuchar cómo ellos, mientras me pegaban, decían: 'Cógele la pistola, hay que matarlo', pensé que lo mejor era vaciar el arma en el suelo». ¿Y cómo es que las balas fueron a acabar en la cabeza del fallecido, y en un hombro y la espalda de los otros dos? «Porque ellos, al pegarme, me agarraban el brazo y me impedían disparar hacia abajo». 

Uno de los del otro bando aseguró que fue el agente el que les persiguió durante kilómetros y les hostigó enseñando una pistola por la ventanilla. ¿Y por qué no huyeron, ni llamaron al 112, y en cambio le cerraron el paso hacia el polígono?, se le preguntó. «No lo sé», contestó.

Comentarios

Entradas populares