Cárceles con todos los lujos

Hace algunos meses que fue inaugurada la cárcel de Navalcarnero. Hasta aquí nos trajeron más de 1.000 presos para llenarla. Después de más de ocho años de vagar por las viejas cárceles de este país, por fin iba a residir en un centro sin deficiencias sanitarias, alimenticias, estructurales, etc. Aún recuerdo al Sr. Asunción loar el plan de construcción de nuevas macroprisiones. ¡Qué digo prisiones! ¡Hoteles de cinco estrellas! dotados de campos de fútbol, piscinas, talleres, pistas de squash..., en definitiva, con todos los medios morales y materiales para que nuestra reinserción en la sociedad sea completa. 

Todo aquello que oía lo di por tan cierto que lo primero que hago a mi ingreso en este centro es preguntar por las pistas de squash; los funcionarios se miran atónitos, seguro que nunca antes habían visto tanto derroche de ingenuidad. Ya llevo varios meses en esta cárcel. Lo que nos dan para comer es repugnante; la disciplina (diciéndolo suavemente) es bastante estricta; las actividades deportivas y culturales escasas.

El tratamiento penitenciario inexistente; aún no me ha entrevistado ningún miembro del Equipo de Tratamiento, ni han hecho informes psiquiátricos y psicológicos, ni estudios de carácter y las aptitudes, evolución de personalidad, ni diagnóstico de personalidad criminal, y, en definitiva, ni el estudio individualizado que tanto cacareaban altos cargos del Estado hace unos meses, y que se realizaría a los reclusos a fin de decidir las salidas de permisos. 

Este es el panorama que presentan los nuevos centros de reinserción, en donde no debería de haber malos tratos, malas condiciones de vida y privilegios de algún preso, que eran las características predominantes en las cárceles del régimen anterior. Ahora, en esta cárcel, corren insistentes rumores de que el Fiscal General del Estado nos visitará a fin de que todos los presos podamos plantearle nuestras quejas; aunque otros rumores aseguran que vendrá solamente para enseñar a los funcionarios técnicas de lucha canaria. Lo que hará ciertamente, no lo sé; a don Eligio le veo últimamente capaz de cualquier cosa.

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