Silvio Rodríguez desafina cantando

Silvio Rodríguez volvió a congregar en Madrid, como en los buenos tiempos de la «nova trova cubana», a miles de seguidores, aunque éstos bien pudieran ser los hijos de la generación que le catapultó al éxito, por razones precisas de adecuación a un tiempo y a un contexto social determinado. Ahora, casi dos décadas después, ¿dónde fue a parar la magia de aquellos días? ¿Dónde la credibilidad, la evolución aperturista? Parece como si todas las flores se hubieran marchitado (Pete Seeger). 

Hay cambios en Silvio Rodríguez, desde luego, pero uno se pregunta en qué dirección. Introducido en escena por un sexteto practicante del más híbrido e impersonal sonido que nos sea dado escuchar hoy (un trasnochado jazz-rock de ínfulas sinfónicas), soporte musical que no habrá de abandonarle sino en aliviadoras y contadas ocasiones, el farragoso y extenso recital de Silvio (tres horas) solamente revivió su capacidad para la comunicación intimista y emotiva en muy pocas ocasiones. 


Es tan abrumadora la diferencia existente entre las canciones «acústicas» del poeta de La Habana, y las numéricamente mayoritarias marcadas por el arreglo ampuloso y enfático, que es difícil entender esta transición hacia una supuesta comercialidad del inteligente y sensitivo autor de canciones como Rabo de nube, Sólo el amor, El mayor y tantas otras sucesoras del arte de Jose Martí. Quedan, desde luego, aspectos de la obra de Silvio perfectamente válidos y vigentes, siempre que se ofrezcan inteligiblemente: una caudalosa y rica literatura, una compleja variedad temática (la vida y, sobre todo, la muerte; el amor, la solidaridad, la fantasía; el símbolo, la utopía y la parábola). Y permanece una voz hiper-aguda, a veces temblorosa, siempre personal; y una guitarra no electrificada, usada con cuentagotas, incluso con tendencia a alguna anecdótica desafinación. 

Pero esas virtudes máximas de otro tiempo quedan ahora enterradas bajo la parafernalia orquestal de dos atosigantes baterías, melifluos teclados y puntuales aportaciones de guitarras eléctricas. Todo lo cual impidió, a su vez, escuchar con nitidez y claridad la voz del cantante, debido a una deficiente ecualización. Por lo demás, Silvio sigue fiel a Fidel y su anquilosada Revolución. En esto no han pasado los años. Lo extraño, pues, es que haya adoptado formas musicales procedentes del corrupto mundo occidental. Sólo que en Occidente ya no se llevan.

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